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Mi artículo sobre Eliécer Ávila… tres años atrás.

29 Nov

El 6 de noviembre de 2008 publiqué en el sitio Kaosenlared mi primer artículo digital. Llevaba tres meses graduado de Periodismo en la Universidad de Oriente, no tenía este blog, y acababa de entrar a la emisora radial donde fui ubicado en mi Servicio Social. Faltaban algún tiempo, no mucho, para que Kaosenlared censurara los artículos que yo subía a su Área de Libre Publicación, y para que me expulsaran de Radio Bayamo… entre otras razones, por artículos como este.

Aquel primer texto para la red se titulaba «También Nosotros, los Cubanos Menores de 35 años» (título que hoy, sonrío al decirlo, no emplearía ni bajo tortura). Sin embargo, su contenido me sigue complaciendo. Y su protagonista fundamental, mi coterráneo Eliécer, me sigue despertando la misma admiración que cuando eché a rodar estas palabras en el ciberespacio.

Muy pronto escribiré sobre la fabulosa entrevista que Eliécer Ávila concediera a Estado de SATS. Quiero introducir hoy el tema con este extenso escrito (quizás más extenso de lo debido: era un grito de desahogo) que a la distancia de tres años sigo suscribiendo de principio a fin. 

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También Nosotros, los Cubanos Menores de 35 años… 

(6 de noviembre, 2008)

Hace algún tiempo leí un escrito que bajo el título “Nosotros los cubanos de más de 35 años de edad” publicaba este mismo sitio Kaosenlared.

Me atrevo a re-contextualizar su titular toda vez que escribir, opinar, debatir en torno al suceso protagonizado por el joven Eliécer Ávila, hoy estudiante de 5to año de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), se ha convertido en una especie de deporte cotidiano para aquellos que siguen de cerca la realidad cubana, sea desde dentro o desde fuera del país, militen con la Revolución Cubana o contra esta, y conozcan mucho o nada de lo que significa vivir hoy, en pleno 2008, dentro de esta Isla.

Por mi parte, me gustaría comenzar sentando algunas bases sobre las que se sustentan mis opiniones.

Eliécer Ávila y yo tenemos mucho en común. Me atrevería a afirmar que aun sin conocernos en lo absoluto, bastarían 5 minutos de diálogo para que cada cual reconociera en el otro una cercanía, una fraternidad tal como si de dos amigos de la infancia se tratase. Las razones podríamos explicarlas más o menos así:

Ambos somos de lo que eufemísticamente se conoce en la capital cubana como “el interior”, por lo cual en jergas tradicionalistas y a ratos burlescas, somos los “guajiros” de este país. Para más detalles, vivimos en provincias colindantes en el Oriente de la nación: él, en Puerto Padre, un municipio de Las Tunas, yo en Bayamo, capital de la provincia de Granma. La distancia desde su poblado hasta el mío es de apenas unas tres horas de viaje.

Dentro de unos meses, probablemente Eliécer se gradúe como Ingeniero en Informática, mientras que yo, desde hace también unos meses que soy Licenciado en Periodismo por la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba.

Pero más importante aún, ambos formamos parte de la misma generación: él tiene 22 años, yo 24. A pesar de que según parece, Eliécer ha crecido literalmente en el campo, erigiéndose un físico fornido y unas ideas bastante pragmáticas con el duro ejercicio agrícola, y yo he crecido entre la vida semi-citadina de una capital provincial, involucrado más con el quehacer artístico-intelectual, podría afirmarse que somos, ambos, productos de exactamente los mismos sistemas de enseñanza, los mismos cánones sociales, y sobre todo: hemos crecido ambos bajo la influencia de todo lo sucedido en esta Isla desde hace unos 25 años hasta hoy.

Entiéndase: hemos padecido, niños aún, la horrible crisis económica que se nos vino encima en los albores de los ´90, y aunque no la sufrimos de manera plenamente conciente por nuestra escasa edad,sí sabíamos que no podía ser “bueno” que no tuviéramos leche en los desayunos, ni juguetes, ni que tuviéramos que bañarnos sin jabón y cepillarnos los dientes sin pasta. Sabíamos que no podía ser normal aquel mal humor, aquella irritabilidad, que la mayor parte de las veces exhibían nuestros padres por esos tiempos; ni que cada noche tuviéramos que ir a la mesa, a comer lo poquísimo que se hubiera cocinado, bajo la luz de los candiles porque la electricidad era un lujo inimaginable.

Eliécer y yo “inauguramos” siendo adolescentes, estudiantes, la recurrida Batalla de Ideas de este país, con el complejo proceso político desatado por el caso del niño Elián González. No podría asegurarlo para Eliécer, aunque me aventuro a decir que es muy probable, pero en el mío, estudiando ya en el 10mo grado de mi Preuniversitario de Ciencias Exactas, debía permanecer durante horas sentado en el piso de un pasillo, junto a 700 compañeros míos, mal escuchando los discursos e intervenciones que la televisión cubana transmitía desde las Tribunas Abiertas. Reitero: no viendo, sino mal escuchando. Éramos tantos para un solo televisor, que distinguir algo en una mínima pantalla resultaba imposible.

Peor aún: cuando debíamos formar parte nosotros mismos del público de esas Tribunas, éramos trasladados desde nuestros centros educacionales hasta el municipio en cuestión con un día de adelanto. Hasta allá nos llevaban, a veces, trenes herrumbrosos y mal iluminados en los que si no reinaba la melancolía, la tristeza, era debido a que transportaba una masa adolescente de adrenalina efervescente.

Una vez en la localidad precisa, éramos “alojados” también en el piso de centros docentes, o instituciones sin habitaciones o dormitorios, apiñados unos contra otros, la mayor parte de las veces sin agua y con una merienda simbólica para soportar, en la mañana, el discurso incontenible de dirigentes frescos y bien alimentados que nos arengaban sobre esfuerzo y abnegación.

Si desde nuestros puestos no podíamos olerle la lavanda fresca encima, si no olfateábamos su aroma a recién bañado y a aire acondicionado, era porque estábamos demasiado lejos de ellos en nuestra plaza, allá donde el sol nos hacía lagrimear y donde el cansancio nos llenaba la vista de imágenes grisáceas.

Y crecimos en esos mismos centros educacionales de alimentación horrible, de condiciones de vida (colchones, duchas, servicios sanitarios) paupérrimas, estudiando duras materias con el estómago vacío y con el calor tropical empapándonos la camisa de uniforme, desgastada y traslúcida por tantos años de uso continuado.

Yo he escuchado a Eliécer Ávila, en su intervención temeraria, referirse a sí mismo como “nosotros, los que hemos estudiado, los que lo hemos hecho todo bien”, y he sentido la misma tristeza, la misma emoción que probablemente él sentía en ese instante. ¿Por qué?, pues precisamente por eso: porque nosotros somos “los que lo hemos hecho bien”.

Somos los que hemos soportado las condiciones difíciles del sistema educacional cubano, del nivel de vida de nuestra población y en consecuencia, las penurias de nuestros padres para sustentarnos a duras penas un estudio que es gratuito sólo en teoría; somos los que hemos elegido ser útiles a la sociedad (él como Ingeniero, yo como Periodista) por encima de los llamados del dinero fácil, y a veces sucio.

Pero entonces resulta que se nos viene encima una paradoja que es un secreto a voces en Cuba: de muy poco, por no decir nada, nos sirve ser profesionales. De nada sirve que, como en el caso de Eliécer, un campesino llegue hasta una flamante escuela como lo es la UCI. Si el hacerse universitario, prepararse académicamente, tiene por objetivo posibilitarte en un futuro cercano una mejoría de tu calidad de vida, poder prosperar humana pero también económicamente, y de paso, serle útil a tu sociedad en tanto le propicias sustento y bienestar a tu familia, entonces lo mejor que puedes hacer en Cuba es olvidar esos estudios, y dedicarte a pensar de qué manera puedes subsistir trabajando por cuenta propia, que dicho sea de paso, te pone entonces frente a otra disyuntiva, porque ganarse la vida honestamente, vivir de manera holgada sin violar ninguna ley en esta Patria Socialista, es una utopía de altos quilates.

En el caso de Eliécer, pienso en esa crianza de animales que insinúa en algún comentario. Él lo sabe, todos lo sabemos bien: la ironía de nuestra situación es que él puede estudiar, las puertas de esa y de cualquier Universidad cubana están abiertas para él y para todo el que quiera colgar un título en su pared, pero sus ingresos van a ser notoriamente superiores vendiendo carne de cerdo en un mercado local, que sirviéndole a su país como Ingeniero titulado.

Ahí vemos entonces a los que “no lo han hecho todo bien”. Los vemos nosotros, los jóvenes como Eliécer, como yo; los que poblamos las Universidades de este país. Ahí vemos a los “amigos descarriados” que optaron por abandonar los estudios y dedicarse al día a día, viviendo de algún negocio inconfesable o simplemente vendiendo frituras con un delantal blanco en alguna esquina de nuestra localidad.

Lo doloroso es que esos amigos que nos saludan con respeto, con admiración por nuestra inteligencia y nivel intelectual,son los que deben pagarnos la entrada a algún centro nocturno, los que nos hacen regalos para la familia, los que disfrutan mayoritariamente de las bellezas de un país al que nosotros, casi desconocemos.

Somos la generación ascendente de este país, y resulta que estamos llenos de dudas. De insatisfacciones. Estamos llenos de preguntas que nadie se toma el trabajo de responder, y que sabemos que si las obvian, es porque no tienen respuesta para ellas.

Somos una generación que creció justo cuando nuestros padres empezaban a dejar de creer en palabras como Conciencia y Desinterés porque en 30 años bajo estas consignas, muy poco o nada habían conseguido para sí y para los suyos.

Ni qué decir, entonces, de que a nosotros, ese fervor que inundaba las plazas en los años ´70 nos despierta sólo un interés anecdótico y distante. Lo hemos respetado, los jóvenes como Eliécer y como yo, y como tantos miles de cubanos, porque somos “los que hacemos las cosas bien hechas”, los que tenemos fe en las buenas intenciones, pero no porque nos haya cautivado la misma retórica efervescente que henchía a nuestros padres, y que los llevaba a partirse las espaldas (o, al decir de Eliécer, “a dejar los dientes”) en trabajos voluntarios que, según parecía, iban a crear para nosotros, sus hijos, una Patria más confortable.

Ese ha sido el desarrollo de nuestra conciencia. Así hemos sido forjados por esta Cuba socialista. Así hemos madurado como seres pensantes, a los que se les ofrece todas las posibilidades del mundo para la superación, para el desarrollo del intelecto, pero a los que luego se les exige no emplear esa inteligencia cuando de cuestionar los derroteros del país se trata.

Entonces, yo fui uno más de los incontables sorprendidos por el material fílmico de lo sucedido en aquella reunión de la UCI. Y aclaro: estoy hablando del material completo, que recogía la intervención de Eliécer junto a la de otros varios de sus compañeros, y las respuestas íntegras del Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón de Quesada.

Confieso algo: mi sensación luego de ver la intervención de este “guajiro”, de este vecino de mi territorio, fue básicamente de envidia. Aun cuando durante su discurso experimenté varias sensaciones (me reí a carcajadas en varios instantes, por cierto), lo que me quedó al final fue una envidia sana que únicamente pensé licuar escribiéndole un e-mail al propio estudiante, comentándole qué había sentido yo, como cubano igual que él, como joven igual que él, y agradeciéndole en nombre de los que no estábamos en esa sala lo que en “plata cubana” se llama haber tenido los cojones para ser digno según el concepto martiano, para decir lo que de veras pensaba. Aquel correo nunca fue contestado. Hoy, luego de saber los días de stress y análisis a los que se vio sometido, comprendo que su silencio fue el cumplimiento de una orientación estricta.

Pero hablo de envidia por una razón simple: Eliécer tuvo la oportunidad que miles de nosotros, miles de jóvenes cubanos, hemos deseado largamente, y lo que es más, la supo aprovechar al máximo. Tuvo la ocasión perfecta no solo para hacer constar con cuántas insatisfacciones hemos crecido dentro, cuántas cosas creemos que están mal en la sociedad que habitamos y que deseamos mejorar, sino para decírselo a Ricardo Alarcón, una de las figuras respetadas de la política cubana.

Al margen de las incontables interpretaciones y pros y contras que este hecho ha suscitado, yo me atrevo a decir algo: no puede andar muy bien la “democracia socialista participativa” de un país donde se arme semejante revuelo porque un joven cualquiera cuestione a sus dirigentes, y a las decisiones de estos.

No pueden funcionar muy bien los derechos civiles de un pueblo que se ve sacudido de pronto por sus cuatro costados, sólo porque una voz surgió de pronto en un encuentro y se “atrevió” a decir “yo no entiendo esto, ni esto, y me gustaría que usted, como presidente de la Asamblea Nacional de mi país, me lo explicara”. Descontemos las respuestas de Alarcón, que aunque significativas no me parecen lo más destacable de este asunto: la reacción no ya del “enemigo”, sino del propio pueblo cubano ante este suceso, es la principal denuncia de que algo no anda bien aquí dentro.

Pongamos en Internet el video de un francés cuestionando al gobierno de Sarkozy; publiquemos un material refiriendo las palabras de un argentino, o un chileno, inconforme con lo que sucede en su nación. Quisiera saber cuántos habitantes de su país van a andar de casa en casa copiando este material a hurtadillas, reproduciéndolo en sus hogares a puerta cerrada, y debatiéndolo en los círculos íntimos como la novedad más relevante del momento.

No pretendo analizar en detalle las respuestas que Ricardo Alarcón ofreció a aquella masa estudiantil expectante. Todos las vieron, las escucharon. Ahí están, creo que para la Historia. Si tuviera que quedarme con un fragmento de su discurso como “guinda del pastel”, como elíxir de lo insólito, me guardo el instante en que argumenta que si a los 6 mil millones de habitantes de la Tierra se les ocurriera viajar, «la trabazón aérea sería enorme…» Permítanme citar una recurrente frase de Holden Caulfield, el personaje de Salinger en su novela “The Catcher in the Rhye”: Aquello me mató.

Entonces, no se trata del inconforme Eliécer. No se trata de erigir un líder, ni de manipular sus palabras para sacar más provecho de ellas. El hecho, más importante aún, es que al menos uno solo de los millones de cubanos que asisten alguna vez a una reunión con un alto dirigente, decidió expresar, justo en el momento más impensado, todo lo que muchos como él pensamos pero que nadie se ha dignado a escuchar.

Nosotros, los cubanos menores de 25 años que creemos en el amor a la Patria, que damos gracias (como lo hiciera Rafael Sanzio por haber nacido en el mismo siglo de Miguel Ángel) por haber nacido en la tierra de Martí, Céspedes, Agramonte, pero también de Félix Varela, Capablanca, Lezama Lima y Virgilio Piñera, le debemos un apretón de manos a ese hijo de campesinos y campesino él también, a ese fortachón de maneras rudas y jocosidad criolla, por haber dado el pistoletazo disonante de los que no creemos que todo esté bien, allí donde solo se esperaba escuchar la música uniforme del concierto habitual.

 
13 comentarios

Publicado por en noviembre 29, 2011 en 01 Julio

 

13 Respuestas a “Mi artículo sobre Eliécer Ávila… tres años atrás.

  1. mandiaco

    noviembre 29, 2011 at 3:16 am

    Recuerdo cuando vi el video, me quedé boquiabierto. Eres un «mostro» escribiendo, por tu culpa llegare tarde a la escuela 😀

     
  2. El Lapón Libre

    noviembre 29, 2011 at 4:07 am

    Gracias mi Inmenso Hermano. No conocía de ese «viejo» escrito tuyo, pero, desde ya, me acomodo en el butacón frente a mi PC y con gran ansiedad, esperando por ese «bombazo» -periodísticamente hablando- que piensas lanzar sobre este hecho histórico en Estado de Satz (perdón si está secrito incorrectamente el nombre del programa). Te cuento que, en la isla, ha sido todo una hecatombe. Me han llegado decenas de «reportes» de que casi ha superado al imbécil «chupi-chupi» en número de copias y en seguimiento post mediático – véase de mano a mano-, tanto por jóvenes como por adultos. El pueblo, y hasta varios personajes extremistas, se han quedado sin palabras, sin fundamentos de réplica, sin energías para ripostar con el habitual golpe bajo. E incluso, se habla de convocatoria (tras bastidores) con las mejores plumas de la isla para ver quién baja el chichón o remienda -que no cose- el gran hueco abierto en el harapo de la Gran mentira verdo olivo. Un abrazo. El Lapón Libre.

     
  3. El Cronista

    noviembre 29, 2011 at 4:42 am

    Ernesto, nunca había leído este escrito, aunque te confieso que no visito Kaos en la Red.Ese sitio catalán es un nido de intolerantes. SI me dieran a escoger vivir entre Cuba y Cataluña, te juro que prefiero vivir en Cuba mil veces (para los curiosos, vivo en Madrid).
    Pero volviendo al tema, considero que si este escrito que hoy leo hubiera sido un discurso o una intervención oral, si hubiera existido un «Estado de Sats» donde tus palabras fueras grabadas, si Alarcón en vez de ir a la UCI, hubiera ido a la emisora de Bayamo, hoy tu serias probablemente mucho mas líder que Eliecer Ávila. Creo que tienes muchos mas timbales que ese chaval y supiste asumir tu rol desde el primer momento.
    No me extraña que dentro de dos años estemos leyendo el blog de Eliecer redactado desde Miami. Quizás se llame «El pequeño primo».
    (Y digo la palabra «primo», no como sinónimo de parentezco, sino como el primer joven que decidió expresar, justo en el momento más impensado, todo lo que muchos como él pensamos pero que nadie se ha dignado a escuchar.)

     
  4. El Cronista

    noviembre 29, 2011 at 4:46 am

    Fidel Castro asiente ante los que los desafían, pero no los perdona. Si Fidel no muere, Eliecer tiene que irse de Cuba como te has ido tu y todos nosotros. Es la consecuencia de la represión

     
  5. cubanoenmadrid

    noviembre 29, 2011 at 7:05 am

    Muy bueno tu artículo Ernesto. Espero impaciente tu opinión sobre la magnífica entrevista concedida por Eliécer a estado de SATS,donde con un lenguaje sencillo pero diáfano, habla de lo que nos preocupa al 99% de los cubanos.

    Yo al igual que tú me identifico muchísimo con Eliécer pues aunque soy unos añitos mayor también pertenezco a esos jóvenes cubanos que «lo hicieron todo bien» para al final comprender que de poco valía. Yo también pasé hambre en los preuniversitarios en el campo, estudié una carrera con mil sacrificios y vi a ex-compañeros de clase que se quedaron por el camino ganarse la vida mucho mejor que yo.

    Siento además el orgullo de ser tunero y puertopadrense como él y que fuera precisamente un paisano mío quien tuvo el valor de levantarse y cantarle 4 verdades a Alarcón, uno de los perros guardianes del gigantesco campo de concentración en el que han convertido a nuestra Cuba. En mi Puerto Padre natal hay muchos Eliécers, sólo que la mayoría hemos tenido que partir, hartos de la misma monserga de siempre y de agitar banderitas en actos y tribunas abiertas a las que acudimos sin ganas y sin creer nada de lo que allí se decía. Todavía tengo la frustración de no haber ido a su casa a conocerlo y darle un abrazo de hermano antes de irme de Cuba. Es una de las primeras cosas que haré cuando vaya.

     
  6. r_carlos

    noviembre 29, 2011 at 9:03 am

    Vivo en Miami y tengo 42 años. Siento una gran admiracion por ustedes. Tanto por Eliecer como por ti. Al parecer son una generacion mejor que la mia, que vivio la perestroica completa y no hizo nada para montar al Cuba en ese tren que nos pasaba por el lado. Espero tu escrito sobre la entrevista de Eliecer. Al igual que tu considero la entrevista como el mejor alegato que se ha improvisado contra el regimen desde que este existe. Eliecer esta fuera de serie.

     
  7. Faro

    noviembre 29, 2011 at 9:47 am

    Excelente!!!!!!!! Ven aca, muchachito…tu naciste escribiendo..????
    He disfrutado tu articulo…porque es el sentir de cientos de miles de jovenes como uds. que nacieron cuando ya sus padres y abuelos habian abierto los ojos ante la realidad del sistema. Mucho pudiera argumentarse alrededor de esto…No tendriamos cuando poner el punto final.
    Te felicito, Pequeno hermano! Saludos, Faro

     
  8. Maria Silvia

    noviembre 29, 2011 at 1:25 pm

    Ernesto, un tremendo escrito que habla de tu honestidad como periodista, consecuente estes donde estes, en Bayamo o en Miami. Felicidades pequeno Grande ( que no Gran) hermano

     
  9. marc anthony

    noviembre 29, 2011 at 9:51 pm

    Chamaco,me quedo sin palabras,mas o menos como dijo r_carlos,soy de su generacion y aunque me di cuenta desde temprano de la estafa jamas tuve los timbales para decir nada y hacer algo ,simplemente me fui cuando tuve un chance,y sin embargo ustedes han tenido el valor de decir dentro de cuba cosas tan hermosas como estas ,y si .son hermosas aunque en realidad son tristes,,me sumo al lapon ,esperare impaciente frente a mi pc esperando esa bomba…confio en ustedes ,son el futuro de nuestra cuba ,en verdad tienen cojones ..mis saludos

     
  10. marc anthony

    noviembre 29, 2011 at 9:56 pm

    Solo como aclaracion ,se q ernesto vive hoy en miami ,pero cuando escribio ese articulo estaba dentro de cuba,y trabajaba en un medio oficialista,…..ya hoy hay muchos ernesto y eliecer en cuba es por eso q confio en ellos ..muchas gracias..

     
  11. Ileana

    noviembre 30, 2011 at 6:04 am

    «Nosotros, los que lo hicimos todo bien…» Ese tenía que haber sido el título…

    Pero no solo los menores de 25, yo tengo 38, mi hermano 45, mi hermana 48… todos se formaron con la Revolución, que ya son muchos años… todos vieron como las promesas se incumplieron, todos han visto como se vuelven viejos, y de nada les ha servido ser médicos, ingenieros, profesionales… si con eso no les da ni para comprar una botella de aceite en la shopping. Si con eso no pueden alimentar a sus hijos.

    Qué bueno que haya muchos Ernesto y Elieceres dentro y fuera de Cuba, jóvenes talentosos, que con honestidad y un lenguaje maduro, nos dan esperanzas…

     
  12. la carta

    diciembre 1, 2011 at 10:15 am

    con jovenes talentosos como estos dos es que vamos a respirar liberta y la union de las familias separada por la incomprension y la politica,no como la ondina criticando y sembrando odio bueno disculpen los invidiosos tambien tienen derecho jajaja.muchas grasias guajiro que yo tambien soy del monte

     
  13. Javier Alejandro

    diciembre 2, 2011 at 6:31 am

    Relevante escrito por cuanto de visión acertada y objetiva tiene de la problemática cubana, todo un acierto.

     

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